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El domingo pasado corrí una carrera popular, de esas típicas en las que los fondos recaudados van para una asociación.

Nunca había corrido una carrera y llevaba años sin correr.

Así que la semana antes de la carrera, decidí al menos entrenar un poco…

Salí unos cinco días:

El primero, 2 km.

El segundo, 3 km.

El tercero, 4 km.

Y bueno, mi tope se quedó en 4 km.

 Entre las cuestas de Oviedo y mi nefasto fondo físico,

fue a lo que pude llegar antes de la carrera y muriéndome de agujetas.

Llegó el día. Mi chica ilusionada por mi primera carrera y yo contento por un reto más.

Unas seiscientas personas asistieron y, por suerte, no nos llovió, así que genial.

Empieza la carrera.

El objetivo era mantener el ritmo y no quedar el último.

Un objetivo humilde y realista.

Estoy en el último kilómetro, en una avenida principal… en cuesta.

Miraba de lejos y no veía el final…

Los gemelos me temblaban y no conseguía cuadrar el ritmo de la respiración.

Encima, no paraban de saltarme anuncios en Spotify.

Por fin, veo el final a lo lejos.

Perfecto, visualizo que a partir de ahí comienza el descenso y ya acaba en la meta.

Ese autoengaño donde te visualizas bebiendo agua fresca y sentándote.

Llego a ese punto y… era tan solo la mitad de esa cuesta.

Aún seguía, pero mentalmente esa ilusión óptica me había destrozado.

Me dio el bajón y perdí el ritmo.

Podría haberme parado. Podría haber dejado la carrera. O podría incluso haber cogido un atajo, como estaban haciendo muchos padres y madres con sus hijos.

Sin embargo, el hecho de correr la carrera era un reto personal. Si me había comprometido a acabarla, tenía que cumplir con mi palabra. Cumplir conmigo.

Y sí, finalmente llegué.

¿Sabes qué era lo que pensaba en esos últimos minutos?

Si no era capaz de cumplir con un compromiso conmigo, tan sencillo como acabar una carrera de 5 km,

¿Cómo después tendría la cara de decirle a mis clientes que confíen en mí y que cumpliría?

Así que era un reto más psicológico que físico, aún me queda mucho entrenamiento, muchas carreras y mucho que aprender.

No fui el más rápido, no utilicé la mejor técnica, aunque sí fui profesional sin usar atajos, cumpliendo mi palabra y llegué.